Quinta Prisión: Guarida de los Setan

-Solo hice lo que me correspondía hacer-Afirmó Beltza, suspirando, recordando que aún tenía ciertas cosas por hacer-Mi Otami, como todos los de su especie, vienen de una dimensión extraña que está muy lejos de aquí. Chaos me enseñó a entrar ahí e invocarlos. Aún no sé como él la descubrió. Con ellos me entrené mucho tiempo. ¿Cómo está Shirohi?-Preguntó como si nada, recordando que le había dado el puesto de alfa hacía mucho, después de haber asesinado a Hamsa.

-Shirohi no me agrada, ni yo a él-Dijo dejando claro que no sabía ni le importaba su estado. Anotó en su mente las palabras de Matt, quizás en algún futuro busque a Chaos. Miró con disimulación el lejano suelo líquido, aferrándose con sus piernas al lomo de la gata. Confiaba más en sus patas que en sus pies, no iba a bajar de allí por un largo tiempo.-¿Por qué te fuiste?-Preguntó de la misma nada.

Beltza rió, ya sin disimulo alguno. 
-No tenía nada que hacer ahí. Siempre fui un renegado. Mi padre hizo su vida, ahora tiene otra pareja y un hijo. Madre también, conoció a Eben y ahora los tiene a ustedes. Juno tiene a Fenrir y se va todo el tiempo, y James está tan distraído que no se da cuenta de que el tiempo pasa. Jamás pertenecí a ningún lugar, hasta que conocí a Chaos y Folter, ellos fueron mis hermanos, y Durza fue mi padre y madre al mismo tiempo. Los Setan han sido mi única familia, me han enseñado todo lo que sé y gracias a ellos soy lo que soy-Suspiró nuevamente, en verdad agradecido con el clan.

El chico aguantó un gruñido, pero más fuerte fueron las ganas de olvidar el asunto. El tenía una visión diferente, por eso no lograba entenderlo. Suspiró resignado sin nada más que preguntar. Aguardó por su hermano, al fin y al cabo quien lo había esperado había sido él.

Caminando sin muchas ganas y con los ojos bien clavados en el suelo, Cliff entró en aquel lugar con mil pensamientos dentro de él. Al alzar la mirada y encontrarse con la situación que ocurría frente a él, decidió retroceder con tal de no interrumpir la escena. Buscó con su mente el lugar menos iluminado del lugar y se posicionó ahí en silencio.

-Buenos días, hermano-Le dijo Beltza al recién llegado, con una sonrisa apenas visible. Sabía de antemano que lo más probable era que no le respondiera como era su costumbre, sin embargo pretendía que el recién llegado se sintiera cómodo, aunque no frecuentara mucho el lugar.

Sathiel miró de re ojo al joven, sabía quien era por las ayudas mentales que su madre le daba de manera no intencional. No saludo, simplemente esperó palabras por alguno de los dos.

Cliff dio unos pasos al frente, mirando únicamente a Matt. Inclinó ligermanente su cabeza en saludo y guerdó silencio por un par de segundos más.
-Buscaba al señor Durza... - le dijo con una voz tan débil y un tono tan sombrío que parecía ni siquiera haberse asegurado de que Matt le escuchara, a pesar de estarse dirigiendo completamente a él

Beltza suspiró, y, con un gesto de la mano apenas visible, lo invitó a que subiera a donde estaban ambos. Sabía que era perfectamente capaz, su arena se encargaría de eso.
-No sé donde está-Dijo finalmente, después de pensar un poco-Desde ayer, después de la junta de los Setan a la que nos convocó Opeth, desapareció por completo. No lo he visto desde entonces.-Entonces, se dirigió a Sathiel-¿Lo has visto?-Le preguntó

Sathiel, concentrado con su mente en el aura de Cliff pero sin verlo jamás, negó con la cabeza a su hermano mayor-No lo he visto desde la reunión-Añadió sujetando sus manos al denso pelaje de la gata.

El pelirrojo vio al otro presente cuando Matt mencionó su nombre. Lo reconoció de aquella ocasión en que Kyrara aún estaba embarazada. Miró el suelo por un momento, pensando, para luego convertirse en pura arena y, rápidamente, elevarse a la roca en que se encontraban finalmente regresando a su forma humana. No dijo una sola palabra.

Beltza, alzando los hombros, negó con la cabeza a modo de negación.
-No lo hemos visto, Cliff, lo siento-Le dijo al fin, tratando de recordar algo, en vano, claro está-¿Para qué lo necesitabas?

El niño miró y estudió a Cliff casi como un invasor. Sabía quién era y cómo había sido su historia. Su madre le había contado y además de ello pudo apreciarlo en su mente en aquel tiempo de inactividad dentro de ella. Algo merodeaba su ser, algo que captaba completamente su atención.

-Lo buscaba para... entregarle... - Cliff miró una corta hoja de papel pergamino doblada en su bolsillo. - Es un mensaje... mi hermana me pidió que se lo diera...
Observo con el rabillo del ojo al niño y de inmediato lo comprendió.
*Guarda silencio* se dijo en su interior.

Beltza contuvo la respiración, sabiendo que se trataba de algo serio. Sin decir nada, y solo con un asentimiento de cabeza, extendió la mano hacia el recién llegado, como si preguntara si podía tomarla o le correspondía únicamente a Durza el recibirla.
-¿Es urgente? Si lo es, puedo llamarlo ahora mismo-Dijo, con curiosidad y recelo al mismo tiempo.

El niño, más callado que nunca no apartó sus ojos de Cliff. El tono de Matt logró distraerlo e involucrarse en el tema de charla, aunque jamás mostró su voz.

Las manos del niño ojeroso comenzaron a temblar levemente.
-Puedes llamarlo... si quieres... - habló con el mismo tono bajo de siempre. - No sé si es Urgente...
Mientras hablaba con él, en su mente se repetía *Calla... calla... calla...*

Beltza asintió. Cerró los ojos, tratando de comunicarse con el Sombra.
¿Qué sucede? Dijo al fin el aludido, dentro de la mente del chico.
Cliff Crisvector me pidió que lo llamara, maestro. Tiene algo para usted, de Isis Crisvector Respondió, casi con miedo. 
La comunicación se cortó enseguida.
En menos de un segundo, entre una nube de humo, apareció Durza, quien saludó a todos los presentes con una reverencia de cabeza. Lucía furioso, con un temple hostil y tenso que era muy poco común en él, aunque más frecuente durante esos días. Miró a Cliff, esperando.

Sathiel lo saludó agachando la cabeza, igualmente la felina. Regresó su vista a Cliff, sabía que algo le ocurría, su cuerpo lo decía a gritos y por algún motivo iba a averiguarlo, pero no exactamente ahora. Esperó por la respuesta de su hermano adoptivo, elevando el mentón y disfrutando la presencia de Durza, su aura le parecía agradable.

Cliff saludó a Durza de la misma manera que él lo hiciera. Le agradaba verlo, sentía que lo conocía bien gracias a lo que Isis le contaba de él, pero no dijo palabra. Seguía mirando de reojo a Sathiel, esperando algo que ni él mismo sabía de manera concreta lo que era. Extendió su mano con el papel hacía Durza aun temblando, apretó su puño para evitar que aquel nerviosismo, causado por el ser en su interior, fuera muy notable, aunque sabía que todos ahí lo habían visto ya.
-Es de mi hermana... Isis. - Susurró más que hablar. Pareciera que sus labios apenas se movieran sin proferir sonido alguno.

Casi con una exhalación, el Sombra tomó el papel. Lo miró por unos segundos atentamente, como si ese pedazo de pergamino fuera la solución a todos sus problemas. Empezó a desdoblarlo, con la intención de abrirlo... sin embargo, a pesar de que la tentación lo mataba, Durza decidió no hacerlo, guardándolo en uno de los bolsillos de su camisa. Ya lo leería más tarde, cuando lo considerar óptimo, en privacidad. No significaba que no confiara en los presentes, sin embargo, no consideraba apropiado que los demás vieran como posiblemente se derrumbaría o bien, terminaría asesinado a alguien. 
-Gracias, Cliff-Dijo simplemente, sonriendo levemente.

El menor del sitio sonrió para sus adentros, algo se revolvía en Cliff y cada vez tenía más seguro que era por culpa suya. Faltaba poco para averiguarlo y eso le daba una sensación emocionante, de intriga y curiosidad.

Cliff miró al suelo mostrando un gesto similar a una sonrisa. No sabía que más hacer, no sabía si quiera si debía quedarse ahí por laguna razón o simplemente irse. A Shukaku le desagradaba entrar al infierno pese a su naturaleza. El vampiro simplemente cerró los ojos esperando a que alguien más hablara.

-Lo siento si Shukaku se siente incómodo por el lugar-Le dijo el Sombra, aún pensando en el bendito pedazo de pergamino-Al principio todos nos sentimos así cuando no estamos acostumbrados. 
Suspiró y miró a Beltza, ambos lucían aún incómodos y heridos por el enorme regaño llevado a cabo el día anterior por Opeth. No así con Sathiel, quien parecía impasible.

Sathiel permaneció en silencio, tal y como había iniciado todo. La gata largó un denso suspiro, el ambiente lograba abrumarla y no podía ocultarlo demasiado. El niño miró a Durza y luego a Matt, estudiándolos. Tenía miles de preguntas que no iba a hacer. Terminó nuevamente en Cliff.