Quinta Prisión: Guarida de los Setan

-Te dije que no te quería ver por aquí-Gruñó el Sombra, adoptando una actitud defensiva, sintiendo cada vez más rápido como la ira hervía su sangre.
Con una risa sarcástica, el aura siguió aproximándose, sin presentarse aún. Estaba lejos, sin embargo, era tan fuerte, que podía sentirse aún en la distancia.

Alguien que tomara el enojo del señor Durza a la ligera merecía la atención de Sathiel, y el chico no iba a ocultarlo. Esperó calmado pero atento.

El Crisvector simplemente guardó silencio, simplemente esperando paciente comprendiendo que el peligro era demasiado grande.

Durza miró alternativamente a los dos que se encontraban ahí, fijándose más en Cliff, pidiéndole silenciosamente ayuda si es que la necesitaba.
Sin pensarlo ni un poco, bajó de un brinco y se irguió, dejando que un aura de hostilidad se adueñara de él. 
El extraño apareció. Era de un alto considerable, con la piel oscura pero no en exceso. Sus ojos eran azul claro, llenos de furia y soberbia, y dos grandes perforaciones en su oreja izquierda. Era tremendamente parecido a otros miembros de los Setan, pero indudablemente no pertenecía a este clan.

Sathiel elevó su mentón, tomado del pelaje de la gata como si fuera la mano de ésta. Dánkana gruñó enseñando los colmillos deliberadamente. La felina era protectora y su instinto le marcaba peligro.

Cliff miró al recién llegado por un segundo y a su mente llegaron cientos de gritos interiores que logró entender. Sólo podía preguntarse que era lo que quería aquel ser hacer ahora.

El recién llegado miró al felino, respondiendo a su gruñido de una manera bastante animal para tratarse de un ser civilizado -o al menos medio civilizado-. Su mirada se posó enseguida en el más pequeño de todos. Sonrió, dejando ver unos enormes colmillos. 
-Largo de aquí, Nattramn-Le dijo el Sombra, furioso, colocándose frente a él y tapándole el paso. 
El aludido parecía no escucharlo, o no importarle simplemente.
Cuidado Dijo Radamanthys, en su interior.
Lo sé Respondió Durza, sin bajar la guardia.

El niño con la tranquilidad sólo vista en las gárgolas se fijó en Nattramn, estirando una de sus manitas. Quería, iba a comunicarse con él en un ida y vuelta. Si el recién llegado tocaba aunque sea la punta de su dedo, toda la información dada por el pequeño iba a ser transmitida, y viceversa si Nattramn gustaba por presentarse de la misma manera en que Sathiel acostumbraba.
La felina agachó la cabeza, sus orejas y su lomo se erizó, gruñía casi frenéticamente. Sólo la negativa de Sathiel le impedía avanzar, aún estaba tras el niño a duras penas.

Cliff se fijó en Durza, esperando a ver que es lo que haría con admiración. Guardó silencio sin ver nada más que el punto entre Durza y Nattramn, a quien no conocía aún.

La enorme sonrisa del demonio se ensanchó, lanzándose hacia el recién llegado. No tenía ni la más mínima intención de traspasarle información, sino de atacarlo. Lo conocía. Sabía que era su hermano menor, sin embargo eso no le importaba mucho, o al contrario, era lo que más le importaba. ¿Por qué lo hacía? Por rebeldía contra su padre, quizá. 
Estuvo a punto de golpearlo con un puño cargado de energía que probablemente lo mataría, sin embargo, apenas logró rozarle los dedos anular e índice, pues, apenas saltó, otro más lo había seguido inmediatamente. 
Nattramn palideció cuando sintió como una poderosa mano lo tomaba del tobillo, jalándolo al lado contrario. Durza, con una fuerza magistral, lo lanzó hacia el otro extremo del lugar, por poco dejándolo caer en el río de lava que estaba abajo. 
El impacto fue tan fuerte que el demonio escupió sangre, quedando azotado de espaldas contra la pared. Sin perder tiempo, el Sombra se apareció junto a él, golpeándolo repetidas veces en la cara, sin mostrar ni un rastro de piedad. Todo rastro de Durza se había perdido, en cambio, una mirada de ira dominaba sus ojos, dejándolos con una chispa desquiciada. 
Basta Le dijo Radamanthys, un tanto turbado por el comportamiento del Sombra. Pero parecía no escuchar, simplemente continuaba con su sádico ritual. Basta repitió. Inútil. ¡BASTA YA, DURZA! ¡LO MATARÁS! Continuó el demonio atrapado, pidiendo ayuda inconscientemente a su igual, que, aunque odiaba permanecer ahí, sabía que tenía el poder de detener el implacable poder de Durza.

Al ver la reacción de su hermano, Sathiel no hizo más que sonreír. Fue una de las cosas más predecibles que el chico pudo ver, ya tenía una clara imagen del porqué las advertencias de su padre, y antes de poder reaccionar pensó en las posibles de su madre. Sathiel se sentía ¿inferior? debía aceptarlo, ya no era Luna Azul, ya no era el intocable. Una sensación de culpa se apoderó de él mas no lo demostró. La gata se paró detrás, mirando con plena atención a los demonios, y protegiendo al muchacho.

*Cliff...* *Lo sé...* Dentro de la cabeza del niño, una discusión dio inicio, podían escuchar a Radamanthys parcialmente.
Una columna de arena se interpuso entre Durza y su víctima, separándolos. Se convirtió de pronto en un muro impenetrable que le impedía a Durza seguir con su ataque fatal. Lo enredó, como haría una serpiente, entre arena para inmovilizarlo, y dejó que Nattramn cayera en arena suave que Cliff había colocado bajo él para que no se dañara aún más... si es que seguía con vida.
-Señor Durza... - se acercó a él.

El Sombra, dándose cuenta de lo que había hecho, cayó de rodillas, agotado. Estaba jadeando profusamente, sus manos temblaban y ardían, llenas de sangre. Miró a Nattramn, inconsciente. 
Te has pasado, maldita sea Le recriminó Radamanthys, furioso.
Fueron órdenes de Opeth Dijo enseguida.
¡Sabes muy bien que no lo hiciste por eso, Durza! ¡Deja de excusarte! ¡Desquitaste toda tu ira y frustración en alguien que no tiene nada que ver! Gritó el demonio Estamos en medio de una guerra, Durza, no podemos darnos el lujo de perder a nadie de nuestras fuerzas. Y lo sabes.
Lo sé Terminó su oración, cayendo desplomado al suelo, desmayándose.

El niño lo miró fijamente pero sin moverse, quieto en Durza-¿Señor?-Preguntó al verlo caer, volviendo a llamar en un inaudible susurro. Miró a Cliff, aunque lejos de pedir ayuda, esperando que lo haga.

Cliff miraba preocupado a Durza. Dio unos pasos hacía él, esperando que éste ya estuviera más tranquilo.
-¿Señor Durza... Está bien? - Su pequeño tamaño no era muy diferente al Durza arrodillado, aun así, por respeto, el pelirrojo se agachó de la misma manera.

Yo lo he dormido Dijo Radamanthys a Shukaku, esperando que el pudiera transmitir el mensaje a los presentes. Su mente está hecha un desastre y no quiero que nada más pase. Cuando se tranquilice dejaré que despierte. 

El niño miró sobre su hombro, la gata ya más tranquila, se sentó.

>>¿Lo escuchaste?<<
>>Sí, es su decisión...<<
-¿Hay Algo en lo que pueda... podamos ayudar? - Preguntó el vampiro corrigiéndose para no molestar a su compañero de mente.

Por ahora han hecho suficiente. Se los agradezco. Se dirigió a Cliff y a Shushaku, con un tono de voz más calmado. 
Y tú, muchacho Le dijo esta vez al menor de los presentes, sabiendo que podría escucharlo No busques a Nattramn, sigue vivo, y no pasará mucho hasta que recupere sus fuerzas nuevamente.

Sathiel asintió sin dar respuesta alguna, si lo volvía a ver iba a ser en otras condiciones.

Cliff simplemente asintió a penas visiblemente y aguardó, mirando de reojo a Durza y esperando que se le permitiera despertar pronto.

Una de las dos únicas mujeres del clan se encontraba sentada fuera de su vivienda, en las orillas del risco. Afilaba una roca con otra, haciendo una rudimentaria y tosca lanza. Se aburría de sobre manera, inclusive le empezaba a dar sueño, algo que no era muy común en ella.
Pensó en entrar a la vivienda de Opeth y tomar prestado alguno de sus manuscritos, pero pronto declinó la idea, sabía que al demonio no le gustaría. Así que esperó que algo sucediera.

Entre saltos cortos y rítmicos, como la carrera en baile de un infante, se le acercó una niña, con un pequeño oso en su mano, que no parecía percatarse del lugar y la situación en la que estaba. Con total naturalidad, Alecia se posó sobre sus rodillas en el suelo y miró las piedras que la mujer tenía entre sus manos. Sonrió.
-¿A qué juegas?

Mayhem apenas notó la presencia de la niña cuando estuvo lo suficientemente cerca, apenas lanzó una sonrisa de medio lado, siendo sus facciones generalmente serias.
-A robarle libros a mi superior, es un juego divertido-Alzó la ceja, aún con ganas de tomar alguno de los tomos de Opeth. Solo le bastó ver a la pequeña unos segundos para darse cuenta de quien era, y sabía que no era solamente una Crisvector. Bajó apenas la mirada y vio al pequeño oso, su sonrisa se ensanchó-Tu eres Alecia, ¿Verdad?-Le dijo.

La niña le sonrió arrugando su nariz y asintiendo rápidamente para luego soltar una risa suave.
-¿ Y quién eres tú? - preguntó esperando ansiosa a escuchar su nombre para luego poder preguntarle más acerca del juego.