Giudecca: Templo de Hades

El cambio en el ambiente fue impactante, en especial para el menor. Si bien seguía siendo el infierno, la intensidad en el aire se resentía distinta. Aunque no fuera algo de qué preocuparse para los mayores, ya que habían sido llevados por otro Setan, para Cliff, o mejor dicho, para Shukaku el cambio no fue nada agradable. Consciente de lo que estaba apunto de sufrir, Alexander lo acercó más a él y en un susurro le pidió que resistiera. La pelirroja sólo confió en que los Setan supieran de la actitud del huésped de su hermano y en que todo acabaría pronto.

Hannibal enseguida caminó hacia el centro de la sala, donde se encontraba el Trono de Mármol Negro. Ahí descansaba una figura inmensa, totalmente quieta, con los ojos cerrados.
-Maestro-Dijo el híbrido al tiempo que se arrodillaba ante él-Aquí están
Solo en ese momento el Señor del Infierno abrió los ojos, y las pupilas lineales se contrajeron, no estando acostumbradas a la poca luz. Salvatore Finnegan se alzó en toda su imponente altura y abandonó el trono, con su clásico bastón de compañía, salvo que, esta vez, si lo necesitaba. Se veía extremadamente cansado, y aún así tenía el porte único del Elohim. Miró a los recién llegados.
-Buenos días, Alexander Crisvector, líder del Clan del Legendario Lobo Carmesí y Fuego Inextinguible. Isis Crisvector, mano derecha de Z, temida por los EIEN y amada por los Setan. Cliff Crisvector, heredero de los Vollmond, miembro de EIEN y portador del demonio Shukaku. Hannibal Lecter Setan, Juez del Infierno, Nieto de Minos, miembro de mi clan-Los saludó a todos con extrema formalidad, como era su costumbre. Después vio a Cliff pero no lo miró a él, si no a su huésped-Shukaku, siento tu incomodidad y lamento hacerte pasar este momento desagradable. Seré breve.
Acto seguido, de algún lugar oculto, sacó una caja de obsidiana, la colocó en sus manos de manera que todos los presentes pudieran verlo, y esperó.

Los dos mayores saludaron con la cabeza, inclinándola un poco, y el menor apenas pudo intentar hacerlo. Luego los tres hermanos guardaron silencio, aunque era evidente que para uno de ellos el silencio le estaba costando trabajo. Cliff apretaba los puños casi tanto como sus dientes, el dolor causado por el Demonio en su interior no era cosa sencilla para soportar, ni siquiera para alguien tan acostumbrado al dolor físico como él. En cualquier otra situación, Isis y Alexander habrían hecho todo por salir de ahí para ayudar a su hermano sin fijarse en lo importante del mensaje, pero el respeto que le tenían a los Setan, y en especial a los dos presentes, no se los permitió. Los Crisvector miraron la caja con detenimiento para luego ver a Finnegan.

Sabiendo que no era asunto de Hannibal, salió con un asentimiento de cabeza de la sala, quedándose en algún otro lugar distante por educación, donde esperaría a los hermanos una vez que hubieran terminado. Apenas hubo cerrado la puerta, Finnegan habló.
-Mi tiempo está por acabar-Declaró el Amo del Infierno, no era una opinión al aire, era una sentencia bien fundamentada-Sin embargo no quiero irme sin antes haberles dado un regalo a mis hermanos
El Elohim abrió la caja. En ella habían tres amuletos. El primero era redondo, cobre, con una gran piedra azul cielo en el centro, cuatro triangulares y otras cuatro más redondas, más pequeñas que la primera, rodéandola. El segundo parecía de bronce, con dos cuadrados entrelazados de tal manera que parecían una estrella y un rubí en el centro. Por último, el tercero era demasiado diferente a los otros dos, una simple piedrecita azul claro atada a una soga.
-Yo mismo los confeccioné. Ahora son suyos. Para ti, Cliff, será este-Y mostró el primero-Te dará la serenidad y calma que tanto anhelas. Tu huésped se apaciguará, no se sentirá más amenazado no sentirás más dolor, y su unión se fortalecerá, dándote aún más poder. Pero cuidado, no confundas poder con control, Shukaku no es más importante que tú ni tú que él. Son iguales, son compañeros. Para ti, Alexander, es este-Señaló el segundo-Como Fuego Inextinguible y líder que eres, el rubí ardiente aumentará la temperatura de tu aura a tal punto que los objetos se derretirán antes de que te toquen, dándote una defensa inigualable. Del mismo modo, tendrás visión térmica y controlarás la lava cuando lo utilices y el valor arderá en tu pecho de manera sin igual. Otro uso tiene, sin embargo este aún permanece oculto, sabrás su función cuando sea necesario. Por último, este es para ti, Isis-Indicó el último y simple-No deberás juzgar su aspecto, pues tú, siendo quien eres no deberías mostrar un aparato ostentoso que llamara la atención. Este me lo pidió Durza especialmente para ti, el que te había dado era únicamente un prototipo, este es el final. A través de él podrás ver al Sombra y él te podrá ver a ti sin importar donde estén ambos, y podrás solicitar su ayuda cuando lo requieras. Con él, te harás invisible hasta el punto que ni tu aura se podrá detectar, y tendrás el poder de usar tu Ojo Blanco con aún mayor precisión. Del mismo modo, podrás llamar a Gargantúa cuando te plazca
Después de hablar, Finnegan entregó la caja a los hermanos.

Los tres habían prestado atención a todo el mensaje en silencio, pero lo cierto era que lo que más ocupaba lugar en su mente eran aquellas cinco palabras primeras que salieron de su boca. Un escalofrío recorrió el cuerpo de los Crisvector casi al mismo tiempo cuando lo dijo, captando de lleno su atención. Si bien era algo de imaginarse o, en el caso de Isis, algo que ya le habían dicho, escucharlo de manera tan serena de Finnegan no era si quiera comparable con escucharlo de otras fuentes. Casi temblando, Alexander se estiró para tomar los amuletos, soplando apenas con la garganta seca un silencioso pero profundo agradecimiento. Pero a diferencia de sus hermanos, Isis no quiso contenerse, aun enfrente del Setan, y liberando una par de lágrimas calladas, se apresuró a abrazar a Salvatore. No era agradecimiento, no era un saludo ni una despedida y sabía perfectamente que él era, hasta cierto punto, incapaz de llevar sus sentimientos al extremo. No buscó aliviar su dolor, pues sabía que no existía, no quiso que se desahogara con ella. Fue sencillamente un gesto que una admiradora, una joven que sentía verdadero cariño por él, hace en esos casos. Casos que, aunque a él no le afectaran, a ella la llenaban de dolor.

Si bien Finnegan no tenía sentimientos, era más que obvio que sí emociones. Por lo mismo, se sintió gratamente sorprendido cuando la Crisvector se lanzó hacia él y lo abrazó. Suspiró desganado, deseando por un momento el poder sentir lo que ella.
-La muerte no me asusta, Isis. Es solo un paso más de nuestra travesía por el universo-Le dijo a la chica con su siseante voz de serpiente, acariciando levemente su cabello, consolándola-Esta vida tiene un curso, y hemos de respetar lo que nos depara. Todos tenemos una misión en la vida, y la mía ya terminó. Lideré a los Setan, pero ahora es momento que otro Señor tome mi lugar, hice lo que pude y no me arrepiento de nada. No te compadezcas de los muertos, compadécete de los vivos, Isis

Cuando ella escuchó las palabras del Setan no pudo más que reconocerlas como la verdad, y aunque por un segundo quiso hacerle saber que en lo absoluto se estaba compadeciendo de él, ¿Quién podría hacerlo? Pero, una vez más, el respeto por sobre todas las cosas que sentía por Finnegan era razón suficiente para guardar silencio al respecto.
Conociendo a su hermana, Alexander soltó del hombro a Cliff y se acercó a ella para tomarla por la cintura y tirar leve y delicadamente de ella para que soltara al hombre. Cuando ambos retrocedieron, Alexander aclaró su garganta y pudo pronunciar con firmeza.
-Le agradezco muchísimo por sus regalos, señor Finnegan. Y aun más gratitud por la bondad que ha mostrado a mi familia. Gracias. - habló mirándolo a los ojos y entre suspiros cortos, como mostrando que no todo era buenas noticias.
-Enserio se lo agradezco. - al fin habló ella con suave voz, pero su mirada le indicaba a él que no se refería precisamente a los amuletos, ella le sonrió. Por su parte, el menor de los presentes fijo sus ojos en el Setan en todo momento y cuando por fin logró el contacto visual, y sin mucho esfuerzo, le sonrió. Confió en que su gesto de agradecimiento fuera comprendido, y no sólo el suyo, si no el de Shukaku también que, aun desesperado por el ambiente, sentía gratitud por el amuleto.

El hombre atinó únicamente a asentir con la cabeza ante las palabras de Alexander y sonrió apenas ante Cliff y Shukaku, esperando realmente que le sirviera el amuleto, no podía soportar ver a un hermano sufrir.
-Los Crisvector son nuestros colegas y hermanos, Fénix, no hay nada que agradecer. Ellos nos han ayudado en las dificultades y del mismo modo nosotros les pagamos. Confío en mi criterio, y estoy seguro que el que me reemplace en el Trono Negro se encargará de mantener el Infierno estable, y nuestras relaciones impecables-Respondió sin mencionar deliberadamente a quien sería su sucesor. Aún no era el momento.