Los Campos Elíseos

La pelirroja llegó mirando únicamente el suelo. Aunque aquel era un lugar digno de apreciar, no tenía muchos ánimos de observarlo todo. Se sentía extraña, y aunque una parte de ella quería excusarse diciendo que era por ser éste un lugar tan reservado, ella misma podía darse cuenta de que era la primera vez que hablaba con él desde que se convirtiera en Elohim. Era extraño, no estaba costumbrada a perder de vista su personalidad fría, pero cuando se trataba de un ser tan cercano, no había nada que pudiera hacer al respecto. Esperó a que él hablara.

Pasaron unos segundos antes de que Durza finalmente decidiera hacer movimiento alguno. Había permanecido por completo en silencio, siguiéndola atrás, apenas dio unos pasos para ponerse a su lado. Se dedicó por unos momentos a admirar el paisaje, la tranquilidad, como el viento movía la hierba. Había cambiado demasiado muy a su pesar.
-Has sido la primera en siglos en pisar este lugar-Le dijo a Isis sin apartar la mirada del Templo, donde sabía que algún día estaría.

Cuando lo escuchó decir aquello, Isis se tomó el tiempo de observar el lugar como ya el Sombra lo había hecho. Rosó con sus dedos los codos del brazo contrario, como si el lugar fuera congelante, pero la pelirroja no pasaba por frío... más bien, y por más raro que fuera en ella, estaba nerviosa. Aun así se las arregló para mantener la serenidad, al menos eso aparentó muy superficialmente.
-Es un lindo lugar. - le contestó.

Pasaron otro par de minutos hasta que finalmente Durza suspiró, bajando al fin la guardia de toda la muralla de estoicismo y frialdad que había conseguido construir a su alrededor. Al fin y al cabo, los Campos Elíseos eran un lugar sagrado, al que nadie podía entrar. Cerró todas las comunicaciones con su clan y al fin, con un nudo en la garganta, al fin habló.
-Te he extrañado tanto-Dijo tratando de retener la voz quebrada sin mucho éxito, mostrando en ese momento solamente una parte de lo afligido que se encontraba. No permitiría quebrarse, pero era tan difícil... en ese momento deseó huir nuevamente a Giudecca, a encerrarse en su soledad hasta que aquél dolor se rindiera y lo dejara.

La pelirroja lo miró girando sus ojos de golpe. Trató de parecer fuerte, dejarse caer en aquel momento sólo empeoraría el estado de ánimo de Durza y era lo que menos quería.
-Yo sigo estando aquí... - le dijo con la voz aparentemente tranquila, forzándola lo mejor posible a que luciera normal. - Contigo... Por mí, te aseguro, eso nunca dejó de ser... - No le resultó extraño... hablarle a Durza de "tú" en lugar de "usted" como ya acostumbraba. Era tan fuerte el sentimiento que la invadía que ni siquiera notó el cambio.

El Sombra lanzó una pequeña sonrisa a falta de otra expresión, su interior era un hervidero de emociones que simplemente no podía controlar.
-Pero yo no-Respondió con languidez y toda la sinceridad con la que fue capaz-Estoy condenado, Isis. No saldré de aquí nunca-Decretó, sintiendo como la bilis le subía hasta la garganta con una dolorosa contracción-Estoy encadenado con sogas invisibles, y se me hace tan injusto tenerte así... atada a mi y a mi propia condena-Suspiró, sorprendiéndose incluso él mismo de la manera en la que hablaba, había cambiado tanto en tan poco tiempo, como si hubiera alcanzado la adultez en menos de un año, en ese escaso lapso se mostraba más maduro que lo que había sido durante su vida anterior, obligado por las circunstancias, arrastrado a encontrarse consigo mismo.
-Solo quería despedirme. Sé que te he dicho esto tantas veces durante los últimos años, pero es que nunca antes había sentido mi vida tan amenazada, todos los días me despertaba pensando que quizá sería el último... solo esperaba el volver a verte, deseando que no fuera la última vez. Pero creo que esta si la será

En el estómago de la pelirroja comenzó a formarse un remolino de nervios que la intentaban obligar a inclinarse, como buscando aire en lo más bajo del campo, pero se mantuvo firme, con la espalda erguida y el rostro tranquilo. Aunque, siendo tan buena actuando y escondiendo lo que sentía, se encontró a sí misma con la confianza suficiente para dejar ver en el brillo de sus ojos que aquellas palabras le afectaban demasiado. Dio un paso al frente y a la derecha, alejándose un poco de Durza. Respiró con fuerza y bastante ruido y el exhalar fueron las palabras.
-No lo creo... - dijo intentando sonar segura de lo que hacía, fallando al principio, pero retomando confianza mientras hablaba. - Te conozco, Durza. Tú me conoces a mí. - Se giró hacia él, mirándolo a los ojos. - Ninguno de los dos permitirá que ésta sea la última vez que nos veamos. Y ambos tenemos nuestros propios medios para asegurarnos de ello.